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Durante los últimos 20 años, más de diez estudios poblacionales han analizado el efecto del tabaco sobre la salud de la piel. En todos ellos, las conclusiones son claras: el tabaco está directamente relacionado con varios efectos nocivos sobre la salud, no solo sobre el aparato respiratorio y el sistema cardiovascular, que todos ya conocemos, sino también sobre la piel.

La diversidad de componentes químicos que se encuentran en el tabaco (más de 4.000 tóxicos químicos, de los cuales 300 son sustancias con gran potencial cancerígeno) hace que la cantidad de problemas de salud relacionados con el tabaco sea muy amplia.

Entre otras cuestiones, se ha demostrado que el tabaco reduce la capacidad de cicatrización de los pacientes post-quirúrgicos; más en aquellas personas sometidas a cirugías con colgajos complejos; pues en estos procedimientos ser fumador habitual reduce drásticamente la probabilidad de éxito.

El cáncer de piel tipo no melanoma, específicamente el carcinoma epidermoide, es el doble de frecuente en pacientes fumadores que no fumadores, y dentro de esos el riesgo es mayor cuanto mayor sea el número de cigarrillos que consumen.
Por supuesto, no solamente aumenta la probabilidad de sufrir cáncer de piel, sino también el riesgo de cáncer de mucosa oral: lengua, labio, paladar, con un riesgo de metástasis aún mayor.

Muchas otras enfermedades dermatológicas se pueden ver empeoradas o desencadenadas por el tabaco, entre otros factores: psoriasis, hidradenitis supurativa, pérdida de pelo o alopecia, múltiples alteraciones en mucosa oral (pigmentación, engrosamiento mucoso, gingivitis,…), eczema crónico de manos, etc.

Envejecimiento

Otros efectos del tabaco que también pueden afectar a la percepción de la salud cutánea son el envejecimiento prematuro de la piel y la aparición de mayor densidad de arrugas en personas fumadoras.

Todo ello se debe entre otros a la alteración que causa este hábito en el flujo sanguíneo arterial en la piel. Este efecto dificulta la llegada de oxígeno y nutrientes al tejido conjuntivo cutáneo, nuestro propio colágeno y las células a nivel profundo y superficial, produciendo daños secundarios irreparables.

Además, la nicotina causa directamente efectos en las células de la piel, disminuyendo su actividad, capacidad de migración, proliferación y remodelación. Por otro lado, la respuesta inmunológica de la piel, esto es, nuestras defensas frente agresiones externas, es muy inferior en pacientes fumadores, lo que favorece las infecciones. Todo ello influye directamente en la aparición de arrugas, alteraciones de la cicatrización post-quirúrgica, empeoramiento de úlceras de miembros inferiores, etc. demás, el contacto con el humo reseca la piel, y la vuelve más fina y frágil. Se suma también el factor líneas de expresión debido a los movimientos faciales que uno hace al fumar, como fruncir los labios.



TOMADO DE: www.thechemistlook.com


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